“Tú es que eres hippy”, me espeta el vecino siempre que puede, como si esto lo explicara todo: mi fobia a dirigir la palabra a según quien, las pocas ganas de meterme en una discoteca cada fin de semana o la ropa que a veces me da por ponerme. Sobretodo lo dice por la ropa.
Odio sus simplificaciones, su manera de encasillar a la gente como si fuera un estudio sociológico en el que solo cupieran unas cuentas etiquetas: hippy, fashion, hevyata o trendy. Tanto da.
Estudios sociológicos que nos encasillan. Parece que no hayan hablado con un joven real en su vida. Se basan en estereotipos que luego usaran para vendernos más mercancías. Terminología, etiquetas que sirve a las empresas para focalizar su mercado vendiéndonos cosas inútiles basándose en la identificación de grupo.
Odio la idea de que la gente se gaste un pastón en una etiqueta que parece decir “Soy gilipollas Hilfiger” cuando podría vestir igual de bien con la mitad de la pasta. Odio que me vendan la idea de la exclusividad de grupo cuando vayas donde vayas, los fashion, trendys etc visten todos igual. Puedes pasearte por las calles de Londres, París o Barcelona. Los pijos seguirán siendo pijos y continuarán usando la misma ropa globalizada con su marca correspondiente y fabricada en China o Taiwan. Y lo mejor es que se creen exclusivos cuando son los más estandarizados.
Reivindico el vestido de acuerdo a nuestros gustos únicos e individuales. Pasando por encima de modas y etiquetas. Quiero que no me manipulen haciéndome creer que lo mejor que me puede suceder es vestirme como ellos quieren.
Sobre modas, vestuarios y tribus urbanas tengo más que decir. Pero otro día será que me caigo de sueño.
Labels: Personal