El diario rojo del cole

Una tarde lluviosa de domingo, un viejo libro escondido detrás de una de las estanterías que pueblan mi casa llamó mi atención. Se titulaba "el libro rojo del cole" y era una traducción de un libro danés, de los años 60 o 70. Desde entonces lo he tenido en mi mesilla y de vez en cuando lo consulto. Si bien en algunas cosas es algo ingenuo, en otras, me ayuda a pensar con claridad. Si es que alguien lo hace.

Sunday, March 19, 2006

Cuando solo los adultos hablan...

Nosotros nos quedamos sin voz.

Estas semanas he visto y leído mucha cosa sobre el famoso botellón. Aunque casi siempre los que hablaban eran los adultos quejándose del ruido, de la suciedad y del incivismo de los jóvenes de hoy en día. Incívicos. Eso son los jóvnes hoy. O eso dicen.

Pero, realmente ¿hay tanta diferencia entre nuestra generación y la de nuestros padres? Ellos, ¿eran siempre limpios y sus padres aprobaban sus reinvidicaciones? Por que me parece que no. Sus formas de luchar tampoco eran muy bien vistas por sus padres o sus abuelos. A ellos también los llamaron sucios y marranos. Y antes que a ellos, los padres de nuestros abuelos torcieron la nariz ante las actitudes de la juventud.

Es decir, el mundo juvenil siempre se ha enfrentado al mundo adulto. Solo que ha habido épocas en que el enfrentamiento era político y (para mí) tenía mucho más sentido. Ahora, en cambio, nuestro enfrentamiento es de otro tipo. Y aún no entiendo muy bien cual es. ¿Qué queremos conseguir hoy en día? ¿Diversión? ¿Sólo reivindicamos el derecho a divertirnos, nosotros, como individualidad? ¿Sin importarnos nada el resto del mundo? Cuando comparo nuestra lucha por un espacio donde beber con lo que está sucediendo en Francia, me tiro de los pelos por no haber nacido en París.

No tiene sentido. Nuestras vidas, estan ligadas a otras vidas. Y éstas a otras a su vez. No podemos aislarnos en el mundo pensando que somos su ombligo cuando solo somos un pelo descuidado en una pierna. Pero nuestras pequeñas acciones de cada día pueden servir para que entre todos, el mundo sea mejor. Si hay que empezar con el botellón para reivindicar un espacio público, hagámoslo. Pero seguramente nos merecemos más que una calle llena de vecinos que protestan, con razón, por que no les dejamos dormir.

Habría que empezar a pensar en qué tipo de ocio queremos, que tipo de locales necesitamos y qué queremos que haya en ellos. Y sobretodo, reflexionar sobre nuestra forma de divertirnos. Si es tan libre como nosotros pensamos, o está más manipulada por la sociedad de lo que nos gustaría pensar.

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